martes, 1 de diciembre de 2009

Marco Conceptual.

En términos reales, este trabajo tiene valor de existencia a partir de los aportes que otorgó la cátedra de Monográfico de Geografía Física de la UMCE, el que tiene como uno de sus pilares, la transmisión de conocimientos propios a la geografía litoral y otros propios de la geomorfología dinámica. La idea fundamental que sustenta este trabajo se genera a partir de una visita en terreno a cinco estaciones territoriales: Dunas de Longotoma, playa de Pichicuy, Valle del Encanto, Parque Nacional Fray Jorge y Embalse La Paloma. El escenario de este trabajo consiste en presentar una descripción, análisis e interpretación de la morfología de estas cinco estaciones, poniendo mayor énfasis en la playa de Pichicuy, como consecuencia de ser la estación que nos correspondió estudiar con mayor detención.

La base sobre la cual se centra este trabajo es la comprensión física del territorio de forma tal de poder ampliar nociones respecto a la morfología dinámica.

Con el fin de lograr un pleno entendimiento del presente, esta sección se centra en detallar su estructura y asimismo en explicitar lo que se debe entender a la hora de la aplicación de determinados conceptos.

El presente consta de un escenario compuesto por una estructura que gira en torno a un resumen, el que pone a disposición de forma simple las ideas ejes sobre las que se moviliza éste para luego dirigirse a un desarrollo de estas ideas, incubando una presentación del área de estudio, un desarrollo de la temática de cada estación, luego se presentan los resultados de las fichas temáticas de geomorfología y de paisaje que se completaron en la visita a terreno para finalmente llevar a cabo un análisis y las conclusiones de rigor.

Este cuadro general da pie para establecer las principales conceptualizaciones con las que se trabajó.

Dentro de meteorización física de la cual es victima Pichicuy, las dunas de Longotoma y el embalse La Paloma, destaca el proceso de abrasión; el que consiste en la fricción entre los diferentes clastos de granulometría (tamaño) variada, entre ellos mismos y/o contra la roca o el suelo. Dentro de los principales agentes que producen este tipo de erosión, se encuentra el viento, el mar y los ríos. En el presente, sólo se hace referencia a los dos primeros agentes, debido a su marcada presencia en los sectores estudiados. Cabe señalar además, que este proceso de erosión, es propio de las zonas litorales, debido a la fuerte presencia del Océano y el viento[1].

Es preciso recordar que el viento, es un agente exógeno, lo que significa que es un agente modelador del paisaje. Esta característica es posible, debido a que posee la energía necesaria para provocar un cambio sobre la roca, en este caso la energía potencial de la cual se tratará, será la cinética.

El viento, actuará de dos formas como agente de erosión; la primera de ellas tiene relación con la capacidad de transporte, la cual se denomina deflación, ya que la fuerza de este agente es capaz de transportar partículas que se encuentran sueltas en la superficie de la roca o del suelo, particularmente se da en los casos que la superficie no se encuentra protegida por una cubierta vegetal, generalmente en paisajes litorales o desérticos. Se entenderá a partir de esto que existe una correlación directa entre la fuerza del viento, y el tamaño de las partículas que podrá transportar y a su vez la distancia que recorrerán[2].

Por otro lado, existe un efecto colateral al transportar estas partículas sueltas, ya que en este proceso dichos elementos chocan entre sí y con los diferentes obstáculos que se encuentran en el camino, a esta erosión se le llama abrasión; la cual consiste en la fricción de los elementos, con lo cual se van gastando, produciéndose una meteorización (disgregación física de la roca) en los clastos, como en la roca contra la cual chocan, tras lo cual se va modelando la roca con ciertas geoformas características de la acción del viento, como son los tafonís o alvéolos, entre otros.

Un segundo agente erosivo a tener en cuenta es el mar, el cual actúa en la costala que debe ser entendida como las zonas de aguas poco profundas en donde intervienen las olas y además la playa y/o acantilados. El principal elemento de erosión, será la ola propiamente tal, la cual con su fuerza al romper es capaz de transportar arena y grava del interior del océano o de algún río que desemboque cerca que por acción de las corrientes transportará esta sedimentación del interior del territorio a alguna playa especifica, depositándola en la línea de costa (limite en donde se junta el mar con la playa), en este proceso se da una fuerte abrasión entre las partículas transportadas y contra las rocas que chocan, este proceso dará un paisaje muy característico a las zonas costeras, en donde se podrá apreciar espacios con playa abierta (acumulación de arena), roqueríos o claramente un acantilado que termina abruptamente en el mar, el cual puede presentar cuevas o grietas en las zonas más débiles de la roca y las más resistentes se pueden prolongar mar adentro dando particulares formas; como islotes y arcos. Estos paisajes se dan por la composición de la roca, la cual es capaz de ofrecer una cierta resistencia a la erosión del mar, pero muchas rocas poco consolidadas terminarán siendo desgastadas con el pasar de los años (en un proceso sumamente lento)[3].

Los dos agentes anteriormente citados poseerán un efecto adicional a su acción erosiva, la cual tiene relación con la acumulación de partículas en un lugar determinado por poseer ciertas características que lo posibilitan[4]. En esencia la acumulación, se da cuando existe un obstáculo que impide la eventual continuación del transporte de estas partículas, de esta forma quedan agrupadas en un espacio, como es el caso de las playas, en donde la arena ha sido llevada hasta allí por la acción del mar, a través de la fuerza de las olas o por la acción del viento, que ayuda a crear también la playa como tal y la conformación de las dunas tan características de estas zonas (como el caso de Pichicuy).

Otro agente de erosión muy común, es la producida por la acción del hombre, quien a través de su asentamiento por mínimo que este sea, provoca grandes procesos erosivos, principalmente en el suelo, mediante la construcción de viviendas, caminos, infraestructuras dedicadas al turismo, entre otras. La pérdida de suelo cultivable por ejemplo es un grave problema para la misma comunidad que habita dicho lugar, la contaminación de las tierras o el agua, también no es un tema menor. Todos estos efectos y otros más serán de gran importancia al considerar su acción y efecto en el medio que lo rodea.

Este trabajo también describe el ámbito de la vegetación, en donde el centro gira hacia la aplicación del concepto de vegetación xeromórfica, la que en este estudio es entendida como una vegetación con escaso tapiz vegetal con especies como cactáceas y arbustos espinudos, bajos y leñosos, árboles bajos y hierbas. Las especies más representativas son el palo negro, palo colorado, Vautro, romerillo, chilco o palo blanco, manzanilla cimarrona, chupa-chupa, ortigas, chagual, quisco, docas, algarrobo, molle, guayacán y litre[5].

Para efectos de la descripción, se señalará con atención lo que sucede en el Parque Nacional Fray Jorge y con el Valle del Encanto. En términos superficiales por ahora sólo es dable a señalar que para el primero, éste se constituye como un bosque relicto, (entiendo por relicto los remanentes sobrevivientes de fenómenos naturales) cuya presencia es posible por el aporte de agua de las neblinas costeras. Sus especies representativas corresponden a los bosques del sur de Chile como el olivillo y el Canelo.

Este cuadro general da pie para la descripción, análisis e interpretación de la morfología de las cinco estaciones territoriales: Dunas de Longotoma, playa de Pichicuy, Valle del Encanto, Parque Nacional Fray Jorge y Embalse La Paloma.



[1] Errázuriz A., Cereceda P., (1991). Eco geografía: Nueva geografía de Chile. Santiago, Zigzag, Cap. 2, Pág. 56.

[2] Ibíd. Pág. 68.

[3] Ibíd. Pág. 74.

[4] Ibíd. Pág. 80.

[5] Armesto J., et al, (1995).Ecología de los bosques nativos de Chile. Santiago, Universitaria, Cap. 3, Pág. 126.

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